viernes, 7 de febrero de 2014

"Ven para acá" me dijo dulcemente mi madre cierto día;
(aún parece que escucho en el ambiente de su voz
la suave melodía).
"Ven y dime qué causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas como gota cuajada de rocío...
Tú tienes una pena y me la ocultas...
¿No sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes?
Ven para acá pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disparé las nubes de tu cielo".
Yo prorrumpí a llorar.
Nada le dije, la causa de mis lágrimas ignoro
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón y lloro.

Ella inclina la frente, pensativa,
se turbó su pupila,
y enjuagando sus ojos y los míos
me dijo más tranquila:
"Llama siempre a tu madre cuando sufras
que vendrá muerta o viva;
si está en el mundo, a compartir tus penas,
y si no a consolarte desde arriba..."
Y lo hago así cuando la suerte ruda,
como hoy, perturba de mi hogar la calma.
Invoco el nombre de mi madre amada
y entonces siento que se ensancha el alma.



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