martes, 11 de febrero de 2014

Existen necesidades o leyes como condición básica para establecer relaciones logradas, duraderas y enriquecedoras en todos los ámbitos. 
Éstas son:

LEY DE VINCULACIÓN O PERTENENCIA.

Así como un árbol no elige el lugar en el que crece, y así como se desarrolla de manera diferente en un campo abierto o en un bosque, y en un valle protegido que en una cima expuesta a la intemperie, así un niño se integra en el grupo de origen sin cuestionarlo, adheriéndose a él con una fuerza incomparable.
El niño vive esta vinculación como amor y felicidad, independientemente de si en este grupo podrá desarrollarse favorablemente o no, y sin tener en cuenta quiénes y cómo son sus padres.
El niño sabe que pertenece ahí y este saber y este vínculo son de un amor primitivo. Esta vinculación es tan profunda que el niño incluso está dispuesto a sacrificar su vida y su felicidad por el bien del vínculo.
La vinculación o pertenencia dice que cada persona en una familia tiene derecho a pertenecer y a tener un lugar donde se le respete y se le reconozca su valor. Cada ser con quien hayamos tenido una relación afectiva pertenece a la familia y más si se ha tenido un hijo. Es por eso que, según este planteamiento, pertenecen a la familia las ex y los ex esposos, los hijos adoptados y naturales, las personas que con su muerte han dado cabida a otras relaciones, los excluidos, denigrados, los no tenidos en cuenta o descalificados.
Muchos problemas familiares nacen por omitir o excluir personas en nuestra familia o no haberles dado el reconocimiento necesario, por ejemplo, amantes, abortos, relaciones familiares paralelas, muertes trágicas, asesinatos, suicidios, alcoholismo, homosexualidad y, en especial, enfermedades que la familia considera vergonzosas. Estas omisiones quedan depositadas en el inconsciente familiar.
Todos estamos ligados a través de los profundos lazos del amor y la pertenencia. En muchos casos, este amor queda oculto y, a cambio de felicidad, se convierte en enfermedad y desdicha. En las constelaciones familiares incluimos y damos lugar a todos. Si ordenamos desde el amor cada persona ocupa su lugar y toma su destino, contribuyendo a la salud del grupo y al equilibrio del sistema.

LEY DEL ORDEN Y EL RESPETO A LA JERARQUÍA

Esta ley habla de que cada quien ocupe el lugar que le corresponde. Primero están los padres, luego nacen los hijos y cada uno debe ocupar un lugar y desempeñar un papel que es dado por esa situación. El hermano mayor generalmente vela y ayuda a los menores, el menor está obligado a velar por los padres en la vejez, coordinando la ayuda de los demás hijos. La consecuencia de los desórdenes se observan en forma frecuente en los siguientes casos:

* Los hijos se creen mejores que los padres

* Desautorización de los padres entres sí

* Asumir el problema de sus padres como propio

* Asociar a los hijos con hermanos con quienes no se pudo solucionar una diferencia, o se lastimaron y alejaron.

* Involucrar a los hijos en medio de los problemas de relación de pareja de los padres.

* Poner a un hijo en el rol de alguno de los padres, incluso en el lugar de los padres de sus padres (abuelos)

LA NECESIDAD DE MANTENER UN EQUILIBRIO ENTRE EL DAR Y EL TOMAR

Mantener respeto por la vinculación o pertenencia y ocupar cada uno el lugar que le corresponde trae como consecuencia equilibrio entre el dar y el tomar en nuestras relaciones.
Esta ley muestra que, para mantener las relaciones, es necesario que se dé y se tome equilibradamente, y si se desequilibra se rompen estas relaciones.
Si alguien da más de lo que recibe, hace que el que toma se sienta en deuda y, al no poder pagar, no se siente ni par, ni valioso, ni aportador en la relación, así que esto termina por dejar en saldo rojo a una de las personas en la relación. Siempre que alguien siente que le dieron demasiado y no pudo devolver, se llena de culpa. Por eso la importancia de mantener el encuadre que cada relación tiene.
La relación entre padres e hijos es desequilibrada pues los padres les dan a los hijos la vida y esta es un regalo. Nadie puede decirte qué hacer con un regalo: tú haces lo que desees. Un hijo no puede devolver la vida pero si puede compensar a los padres, en especial en la vejez o cuando están débiles o enfermos.
La relación con un maestro es desequilibrada. Él es mayor que tú por ser el maestro. No es el que más sabe pero sí el que llegó primero a ese conocimiento, llegó antes que tú. El maestro da y el alumno recibe.
Lo mismo pasa en el encuadre terapéutico: el terapeuta da y el paciente toma pero, para poder irse, necesita o que el terapeuta reciba un pago o aceptar la ayuda recibida como un regalo.
La necesidad de un equilibrio entre dar y tomar está anclada en lo más profundo de nuestro Ser. Por eso algunos niños se niegan a tomar por miedo a ser incapaces de dar en igual medida. Prefieren no tomar nada y justifican este rechazo con reproches y acusaciones contra sus padres. Toman muy poco y como toman muy poco, poseen poco también y, por lo general, esto no es suficiente para establecer una relación de pareja. La relación de pareja comienza por acoger a lo que viene de nuestros padres.
Frente a nuestros padres, nunca podremos equilibrar pero existe otra manera de hacerlo: transmitiendo lo que hemos recibido a un cónyuge, por ejemplo, y sobre todo, a nuestros propios hijos. Por lo tanto, tomamos cada vez más sabiendo que algún día nos sentiremos sobrados, y nuestro cónyuge y nuestros hijos se enriquecerán con ello.
Esta es la condición requerida para disfrutar de una buena relación de pareja, y este amor que hará que cada uno de los componentes de una pareja evolucione en contacto con el otro comienza ya en nuestra infancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario