viernes, 7 de febrero de 2014

POLARIDAD Y UNIDAD

Es importante comprender la interdependencia de los dos polos y la imposibilidad de conservar un polo y suprimir el otro. Y a este imposible se orientan la mayoría de las actividades humanas: el individuo quiere la salud y combate la enfermedad, quiere mantener la paz y suprimir la guerra, quiere vivir y para ello vencer a la muerte. Es impresionante ver que, al cabo de un par de miles de años de infructuosos esfuerzos, los humanos siguen aferrados a sus conceptos. Cuando tratamos de alimentar uno de los polos, el polo opuesto crece en la misma proporción, sin que nosotros nos demos cuenta. Precisamente la medicina nos da un buen ejemplo de ello: cuanto más se trabaja por la salud más prolifera la enfermedad. 
Si queremos plantearnos este problema de una manera nueva, es necesario adoptar la óptica polar. En todas nuestras consideraciones, debemos aprender a ver simultáneamente el polo opuesto. Nuestra mirada interior tiene que oscilar constantemente, para que podamos salir de la unilateralidad y adquirir la visión de conjunto. Aunque no es fácil describir con palabras esta visión oscilante y polar, existen en filosofía textos que expresan estos principios. Lao-tsé, que por su concisión no ha sido superado, dice en el segundo verso del Tao-Te- King:

El que dice: hermoso
está creando: feo.
El que dice: bien
está creando: mal.
Resistir determina: no resistir,
confuso determina: simple,
alto determina: bajo,
ruidoso determina: silencioso,
determinado determina: indeterminado,
ahora determina: otrora.
Así pues, el sabio
actúa sin acción,
dice sin hablar.
Lleva en sí todas las cosas
en busca de la unidad.
Él produce, pero no posee,
perfecciona la vida
pero no reclama reconocimiento
y porque nada reclama
nunca sufre pérdida.

La polaridad de nuestra conciencia nos coloca constantemente ante dos posibilidades de acción y nos obliga a decidir. Siempre hay dos posibilidades, pero nosotros sólo podemos realizar una. Por lo tanto, en cada acción siempre queda irrealizada la posibilidad contraria. Tenemos que elegir y decidirnos entre quedarnos en casa o salir, trabajar o no hacer nada, tener hijos o no tenerlos, reclamar el dinero o perdonar la deuda, matar al enemigo o dejarlo vivir. El tormento de la elección nos persigue constantemente. No podemos eludir la decisión, porque "no hacer nada" es ya decidir contra la acción. Pero ¿qué es lo correcto? ¿Qué es lo que está equivocado? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo?
Lo único que nos salva del dilema es la idea de que dentro de la polaridad no existe el bien ni el mal absoluto, ni lo justo ni lo injusto. Cada valoración depende del punto de vista del observador y , por lo tanto, referida a él, siempre es correcta. El mundo no puede dividirse en lo que puede ser y por lo tanto es bueno y justo, y lo que no debe ser y por lo tanto tiene que ser combatido y aniquilado. Este dualismo de opuestos irreconciliables, verdad-error, bien-mal, Dios y demonio, no nos saca de la polaridad sino que nos hunde más en ella.




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